EN EL NOMBRE DEL BLUES
Cuando amanece y llego a casa
alucinado y borracho,
con múltiples tiros de coca
entre ceja y ceja,
escucho a Ella Fitzgerald para calmar
la nostalgia de inocencia,
de un hogar,
en mi corazón.
Dios tiene voz de mujer, me digo,
y ya no puede cantar.
La belleza se para
en mitad del milagro
y su voz
sigue sonando
como una poderosa grabación.
Pero ya no puede cantar.
Y yo no puedo escribir
el siguiente verso blanco
porque el infierno
ha robado mis lágrimas.
Abel Santos.
De DEMASIADO JOVEN PARA EL BLUES.
Antología personal poética 1998-2014,
Notas preliminares de Javier Cánaves.
Eirene Editorial.
Notas preliminares de Javier Cánaves.
Eirene Editorial.
Una voz preciosa, siempre lo es.
ResponderEliminarSaludos