LAS MALAS LENGUAS


En esta sección reúno por primera vez algunas reseñas acerca de mi libro El lado opuesto al viento, así como fragmentos de los distintos prólogos que han escrito algunos de mis compañeros, en mi particular cruce de caminos, para otras de mis obras.
Ni que decir tiene que Las malas lenguas es un apelativo
cariñoso, travieso, y por tanto irónico que le doy a estos buenos amigos de la poesía y de las letras.


POEMAS DE AMOR DESAFINADO

fragmentos del prólogo de Diego Vasallo para el libro
Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas, de Abel Santos.

Chamán Ediciones, 2016

Cuando Chet Baker cayó desde la ventana de su hotel en Amsterdam, el mundo se oscureció un poco.

Los poemas de Abel Santos son como las notas lánguidas de Chet Baker, que viven entre las calles de una ciudad cualquiera en una tarde de verano; se deslizan entre los sillones del bar de un hotel, desde los labios de una mujer de ojos altivos hasta el corazón helado del hombre que la acompaña. Son versos que salen a la calle a respirar el aire bañado por la luz del sol. 

Son, en fin, poemas a pie de calle, rebosantes de gloria y decadencia; mecheros brillando en la oscuridad de la conciencia. Son como luces que iluminan los pasillos abiertos en la intimidad de las cosas, por los que intentamos transitar mientras esperamos la redención; mientras esperamos algo que nos reconforte de todo el camino recorrido, de todo el placer y el dolor.
Por el momento, miramos hacia delante llevando nuestro enigma a cuestas, sintiéndonos: 

“alguien que simplemente pasa por la vida.” 

Las notas de Baker se pegan como las hojas a los zapatos un día de lluvia.

Los poemas de Abel Santos brillan en el fondo de una piscina dorada.





MÚSICA DE JAZZ

Fragmentos del prólogo de José Luis Morante para el libro JASS, de Abel Santos,
próximamente en Ediciones Tuertas.

     La naturalidad es la textura que mejor explica que el arte es vida y la escritura es el trazo leve de un pulso autobiográfico, un misterio velado que habita en las justas dimensiones del poema. Por eso, la idea se pone de pie con un lenguaje rico en sugerencias y sencillo, consecuente con las cadencias próximas de una pieza de jazz.

   
    Abel Santos sabe matizar tonos diversos, desde el patetismo de la desolación en el que la soledad atormenta y emite su queja hasta el lamento elegíaco que despide la penumbra triste de un bar de copas, cuando el cliente llega a deshora y el camarero aleja
su cansancio soñando con la huida a cualquier litoral deshabitado. La actitud reflexiva de estos poemas nace en ese instante en el que sueño y realidad se confunden y el yo se siente único habitante de un espacio en ruinas; horas en las que el reloj de la melancolía marca el paso a una actitud vital que acumula fracturas y cicatrices. 
     En la voz de Jass abundan los nombres propios de músicos inolvidables, pero no voy a enumerarlos; ellos se sienten cómodos en el anonimato de los poemas y los rostros del jazz solo necesitan una espiral de humo, el contraluz dorado del saxo dormido en un rincón y ese paisaje calmo de la madrugada, cuando la soledad nos convierte en desdoblados interlocutores.


  
  La poesía de Abel Santos sale a la calle con una gabardina de entretiempo para que se cobije la esperanza y una maleta llena de poesía, un sencillo equipaje para compartir con los ruidos del tiempo algo de blues y el paisaje soleado de una pieza de jazz.



TERCER ASALTO 


Reseña de TODO DESCANSA EN LA SUPERFICIE, de Abel Santos.
por el poeta y crítico literario José Luis Morante

   No había recorrido hasta ahora el territorio lírico de Abel Santos (Barcelona, 1976). Es más, creía que el libro Todo descansa en la superficie, editado en el catálogo madrileño de Vitruvio, era su carta de presentación. Ahora sé que estamos en el tercer asalto de su escritura, tras las entregas Esencia y El lado opuesto al viento. Una cita desvela que el título de esta colección poemática se debe al fondo musical del incombustible cantautor canadiense Leonard Cohen.
 La breve introducción del poemario, firmada por Vicente Llorente, aporta algunas coordenadas situacionales, como la proximidad del poeta a esa línea de fuerza que ha trazado en las últimas décadas el realismo sucio. En efecto, nos hallamos ante un modo de entender el poema de extrema sobriedad, una apuesta clara por la expresión directa que denuncia con voz firme los desajustes intimidatorios de una realidad en conflicto y habla de perdedores y madrugadas que siempre aguardan un poco de luz, ese  lenguaje oculto de la esperanza, el suelo firme de otra oportunidad.
  El pensamiento de la voz poemática de Todo descansa en la superficie percibe las disonancias del entorno y de ahí nace un desasosiego que entremezcla ideas, creencias y emociones en los comportamientos del yo. La urdimbre de las idealizaciones sufre una severa poda en la grisura de lo cotidiano. El ser colecciona secuencias de un devenir en el que caben azarosos indicios. Todo destino es una caminata continua por callejones de adoquines gastados, desde los primeros desvelos aurorales hasta el silencio crepuscular que anticipa la noche.
  Abel Santos organiza su poemario con un claro guiño al padre del existencialismo francés, Jean Paul Sartre, quien tituló su primera obra filosófica “El ser y la nada”. Este aserto dual define los dos tramos que recorre este libro. En la primera parte, “El ser” las composiciones dan desarrollo completo al poemario mientras que la segunda parte “la nada” funciona como una coda conclusiva y está formada por una única composición. Así pues donde halla su verdadera identidad el sujeto poético es en un escenario urbano que reúne un continuo bombardeo de estímulos, como si fueran mensajes publicitarios que buscan un receptor desprevenido.
 En Todo descansa sobre la superficie los poemas cimentan su condición singular en el coloquialismo, en el uso verbal  de una delgada línea roja entre el verso y la prosa, que se tiende con aparente desaliño. Así consigue su viveza rítmica y ese flujo emotivo que conecta de inmediato con el lector. Poesía directa a la barbilla de una realidad que tiende al trapicheo; poesía que descubre y profundiza, hecha con las palabras justas para transmitir una emoción poética rastreable. Abel Santos lo sabe muy bien: “No hace falta sudar tinta para hacer poesía”



DIARIO EL DELTA nº12

EL LADO OPUESTO AL VIENTO, de Abel Santos
por Micaela Serrano Quesada, Licenciada en Filología Hispánica



El pasado 6 de noviembre de 2010, Noemí Trujillo, Amalia Sanchís y yo, presentamos en la biblioteca de Viladecans el nuevo poemario de Abel Santos “El lado opuesto al viento”.
Nos encontramos ante un libro existencialista y reflexivo. Un libro que abre interrogantes, deja agujeros abiertos y se pregunta por la vida, esa vida que “comienza/ y termina/ en el mismo sitio/ siempre/ en el mismo espacio/ del que nunca/ nada/ ha salido”.
A través de su experiencia el poeta recorre el pasillo de las drogas, un mundo oscuro, el “superhombre”, del que sabe salir con ligereza: “me abriré al olvido y cerraré la herida/ de ese viejo amor: no me jugaré el pellejo/ este juego implica muerte y quiero vida”. Después se pasea a través de ese mundo globalizado y materialista del que todos somos testigos: “y es bien triste comprobar/ que la sonrisa es consumismo/ sortijas y automóviles/ moda y televisión por cable”. Echa de menos la inocencia, esos años de juventud donde todo era más fácil y el valor del dinero tenía su importancia.
Abel, poeta bohemio, como se define en algunos de sus versos nos dice “por eso miro de vivir la vida/ sin pena ni gloria/ que me perdonen dioses y diablos:/ yo sólo quiero hacer arte”.
En ese camino, el poeta buscador y creador de la palabra, exalta el valor de la locura, entendida como el disfrute del placer, de las cosas sencillas. Dice: “Dame un soplo de vida/ un acceso de locura/ licores y bailes y risas y pasiones/ que en mis ojos siempre brille la ilusión.../”. Después se regocija en el amor, donde todo tiene sentido, en ese bellísimo poema dedicado a Azahara: “Te abrazo y siento/ lo mismo que si abrazara/ cada uno de los árboles de un bosque/ puro y secreto”.
Muy presente la figura del padre en el poema titulado “Tu sangre fría”, “ausente amor que yo imagino”.
El viento como elemento de la naturaleza, reparador del pasado y antorcha de un futuro más próspero, navega airoso en los versos cortos y profundos de Abel. Siempre al final hay un “corazón que espera/ cuando la duda/ deje de cavar hondo”.
Y como dijo Osho en su libro “Alegría”: “Llegámos con las manos vacias y nos iremos con las manos vacías”. Así que lo mejor es disfrutar de todo lo que nos rodea en este precioso instante.










LA VOZ, mayo 2011

MI RELECTURA DE "EL LADO OPUESTO AL VIENTO"
por Felipe Sérvulo


Sí, lo reconozco: tengo debilidad por los autores poco conocidos, pero de calidad. Pienso que los que son famosos no necesitan el apoyo de este humilde columnista. Por eso, casi siempre hablo de escritores que no suelen estar en las listas de los más vendidos, ni pisan platós de televisión ni, en general, salen en la prensa escrita, pero están ahí con sus ilusiones y con la honestidad de su obra. Cuando por segunda vez he cogido en mis manos el poemario “El lado opuesto al viento”, Parnass ediciones, Barcelona, 2010, de Abel Santos (Sant Boi), he apreciado emociones que no sentí la primera vez que lo leí. Tal vez sea porque todos vamos deprisa, muy deprisa. El mundo se acelera y nosotros con él, extraviando emociones que pasan para siempre. La primera percepción, en esta relectura, ha sido la cercanía. El libro está plagado de amigos. De mitos de este, a menudo, desabrido mundo de la lírica. Las poesías hay que leerlas muchas veces y cada lectura es diferente. Me ha ocurrido con Abel, que se torna poliédrico por momentos, pero nunca pierde lo más importante que debe tener un poeta: la sinceridad. Y lo hace desde la claridad expositiva y la luminosidad de imágenes, lejos del culturalismo sin sentido que impera en muchos ámbitos pseudopoéticos.
Abel escribe desde la autenticidad de sus vivencias y se le entiende lo que ofrece (es de agradecer). A menudo emociona y siempre elabora un discurso coherente. Nos hace partícipes de sus amores, de sus dudas, de sus fracasos, de su soledad y, también, de sus ganas de vivir. De su esperanza en el mañana. Ese espacio ideal adonde nos lleva con sus versos y volvemos un poco más sabios. Nos dá pistas por dónde marchará su devenir cuando cita a Pedro Salinas: “Hablar del poeta es hablar de algo incierto/ que no se sabe exactamente/ dónde está ni dónde debe estar./ ¿Cual es el sitio en un “libro de los estados del mundo” del poeta?”. Y, ¿cuál es el sitio de Abel? La respuesta es fácil: Abel es poeta, ¿para qué más? Tiene ese don que generosamente otorga la genética y él cultiva con cariño. A veces con dudas, pero siempre limpio. En su libro no hay nada trivial y trata con soltura el verso libre, como algo consustancial con su forma de ver el mundo, en su percepción de la vida.
Además cita a autores que todos llevamos en nuestro acervo cultural y sentimental: Bécquer, Benedetti, Bukowski, Rilke... Y le dedica versos a su compañera Azahara, de poético y evocador nombre de reminiscencias árabes; también a su padre, lo que le hace más cercano a nuestras propias historias. Y es que la poesía si no conmueve, no tiene razón de ser.
Abel, autor; Noemí Trujillo, prologuista; y Amalia Sanchís, editora, presentes en el poemario..., personas cercanas, entrañables amigas; amigos que nos llevan a ese estadio donde sueños y afecto son la misma sustancia. Ellas y él, poetas, señalan el camino.







EL CAZADOR

fragmentos extraídos del prólogo de Noemí Trujillo Giacomelli
para el libro EL LADO OPUESTO AL VIENTO, de Abel Santos


En la caza, los animales predadores evitan que el viento sople desde ellos hacia su presa, para impedir que el olor delate al cazador al acecho.
Abel Santos, en este segundo poemario, procura que el viento venga de cara de sus versos hacia nosotros.
...
Y con la poesía como único instrumento, el poeta captura la realidad más dura de la vida, el mundo de las drogas, el abismo de la cocaína, la deshumanización del hombre que se ha vuelto “un lobo para el hombre”, y nos dice que ese no es el buen camino.
...
Sus versos, influidos por poetas como Roger Wolfe, muerden el ansia excesiva de la vida, nos hablan de la máscara que nos ponemos todos para ir a trabajar, del niño que dejamos morir al crecer, de la soledad que pesa como el paso del tiempo y callejea entre la gente, de las noches de borrachera llenas de perlas falsas, de la romántica suerte de los poetas, de las dificultades para llegar a fin de mes y de que, aunque maltratados por la vida, estamos vivos. Y si hay algo que define esta vida es que nunca podemos estar seguros de por dónde va a soplar el viento.






SE BUSCA

fragmento de la introducción de Vicente Llorente para el próximo libro
TODO DESCANSA EN LA SUPERFICIE, de Abel Santos


A los que buscan. Su autor, Abel Santos, nos dedica así este libro porque sabe que todos andamos buscando algo, más allá de las llaves o la barra de un bar. Él mismo practica una búsqueda desde el exterior (poemas de otros) para entender y filtrar su interior (poemas propios) con una mirada cada vez más personal que bebe de lo que otros llamaron Realismo Sucio.
Salvando esa mitificación de alcohol y drogas en una época de excesos mezclados con literatura, la producción de versos fue rentable para muchos, a excepción de sus autores. Algunos tuvieron que escurrir el bulto, hacer mutis por el foro y probar cómo era ese de estar sobrio. Al parecer, Abel cruzó esas puertas y las cerró de un portazo con estos versos y estas vidas que él llama Realismo Bastardo, con miradas cercanas a la calle y a las sombras que dan luz a la noche. También se le puede llamar poesía, simplemente, que no es poco.







COMO AQUELLA CHICA

fragmentos del prólogo de Javier Cánaves para el libro de Abel Santos
TOO YOUNG FOR THE BLUES / DEMASIADO JOVEN PARA EL BLUES
(próximamente)

Me centro en el recuerdo de la imagen de Abel Santos. Me lo imagino con chaqueta desgastada de piel de borrego, como un aviador de otra época, como un policía perdido en sus pesquisas y, pese a ello, digno y decidido a no tirar la toalla. Alguien capaz de decir «yo nunca exagero en mis creaciones», de empezar un poema diciendo: «voy a ser sincero».

Me lo imagino conmigo en este bar, porte serio, gafas oscuras. Le pido ayuda, que escriba por mí este prólogo. Sonríe levemente, como los poetas duros que no buscan la gloria, sino la verdad, y me dice que tome nota. Sus palabras se mezclan con los acordes de Blue and broken hearted, con la imagen casi desvaída de la joven pareja adentrándose en el olvido. Pese a que habla de sí mismo, en realidad siento que lo hace de mí. «Cada uno de nosotros», dice, «camina su propio abismo y, al final, todos los abismos, en mayor o menor medida, se acaban pareciendo. Hay vértigo y sed, caída y amor, perplejidad y júbilo, todo lo que nos hace llorar y temblar, escupir y dar las gracias… No pretendo ser original, simplemente aspiro a darme en cada verso. Puedes llamarlo amor o impudicia, valentía o hacer el tonto, no me importa. Tú y yo pasaremos, pero no este blues en que vivimos, descomunal e íntimo, doloroso como el amor y placentero como la pena».
Vuelvo a estar solo. Tras la ventana, la noche va empolvando el rostro magullado de la ciudad. Ni rastro de la joven pareja. Ahí, más allá de la marquesina de la parada de autobuses, en un collage alucinado y furioso, están todos los versos de Abel Santos, sus hijos bastardos y queridos… La oportunidad fallida bailando en un cuadrilátero, ensayando futuros crochets y uppercuts. El peso pesado del tiempo perdido, con problemas de corazón y sobrepeso, apurando cervezas y chantajes, rayas de olvido y tardes de asueto en el pabellón H de Urgencias del Benito Menni. El disfraz de payaso ocultando el de poeta, el de aprendiz de blues man aventajado y, por esto mismo, avejentado. Esa danza demencial y cercana, en blanco y negro, del que alguna vez tonteó con la más zorra, esa que se hace esperar y siempre viste de negro.








POETA, POETA, POETA

fragmentos del prólogo de Manuel Olivas Jiménez para el libro de Abel Santos
ESENCIA (Poemas) 1998



Yo no sé dónde estás señor, aunque sé que estás en todo, ya que si no fuera así no surgiría la belleza, como esta que rezuma todo el libro de Ábel. ¿Es quizá señor que se salvó de su hermano Caín y nos lo devuelves en toda su bondad hecho poeta?
Parece como si le hubieses insuflado tus parábolas y él nos las ofrece hechas poema en versos desgarrantes que parten el alma y al mismo tiempo acunan los sentimientos.
.....
Amigo mío, creo estar en el parnaso conociendo de boca de las musas la belleza de tu poesía, de ahí nace mi grito de Poeta, Poeta, Poeta. Tú me das la armonía pura del verso y me recreo una y otra vez en tus poemas, cabalgando con la vida y la muerte, con lo humano y lo divino, con el amor y la indiferencia.
.....
Y contigo viajo, y los meses van naciendo y muriendo con tórridos contrastes, siendo títeres sin remedio, y peldaño a peldaño, ladrillo con ladrillo, se arropa el alma y revienta el verso, la ciudad alocada es ahora feria, locura, bullicio, ingenio, terminando todo lo tangible en la ciudad de los muertos. Pero tú no mueres, estás en muchísimos corazones perenne con tu verso, el poema te rescata de entre los muertos.
Abel, tu poesía resistirá el azote de los puristas, porque si hay algo puro aquí es tu verso, que estará en pie siempre dispuesto a abrazar corazones rebosantes de amor que sólo saben dar los elegidos como tú, que serán siempre Poetas, Poetas, Poetas.






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