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miércoles, 5 de septiembre de 2012

RESERVADO EL DERECHO DE ADMISIÓN




QUE NO SE TE OLVIDE EL MUNDO EN QUE VIVES



Si no hubiera perros no querría vivir.
Schopenhauer






Cansado de horas trabajando en un cuento de fantasía
con el que sueño tapar algunos agujeros
bajo a la calle para recordarme el mundo en el que vivo,

y salir de la piel del personaje y situarme
en el sencillo pellejo de mi perro. Los dos sonreímos
acariciados por la brisa de mediodía.

Mi perro juega, cauteloso, entre los habituales de siempre.
Cuando: -No puede traer a su perro aquí a estas horas
porque aquí los niños juegan- me grita,

el dominguero de turno al que rodea con un brazo al aire
una inexistente trascendencia,
y que no me manda a la mierda por educación, relata,

mientras mete su hocico en el apestoso diario.
Yo, por educación, sí que lo mando a la mierda
mientras coloco en su sitio el excremento.

Me recuerda a los distintos vecinos que hubo en el 1º 2ª,
el tipo que pegaba a su mujer y que bajaba la mirada
cuando se cruzaba conmigo y mis gafas de madero en la portería,

y a la mujer que maltrataba a su hija de 3 años
sacándola al descansillo de la escalera
y cerrando la puerta que la niña llorando pateaba con violencia.

Porque nunca he visto a este pobre diablo de la moral
predicar, pasada la medianoche,
cuando la plaza se llena de jóvenes con capucha

que confundes, de lejos, entre las sombras,
con pequeños toboganes vacíos donde ya no ríen niños
entre botellas y cristales rotos.

Porque vete tú a saber si no es de él de quien hablan
-con el más puro realismo bastardo-
cuando les oyes gritar: -Cabrón, comemierda.

Del tipo de cabrones que no merecen
ni que un perro se les mease encima.



Abel Santos, 2011



Mi perra Bimba, que hoy cumple 8 años.



Marea y Fito, tema Pan Duro,
del álbum BESOS DE PERRO

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